Este libro forma parte de aquel grupo de libros prestados del que os hablé en verano, pero nunca había llamado mi atención, quizá porque otros están escritos por autores de renombre o porque cuentan con un diseño más seductor. Sin embargo, esta noche no lo he dudado y enseguida me he decidido a darle una oportunidad, y sin duda la experiencia ha sido muy valiosa.
La obra recibe el título de Descortesía del suicida, y su autor es el filólogo, poeta y traductor Carlos Vitale, a quien por cierto os recomiendo seguir la pista en su blog, http://carlosvitale.blogspot.com.es/, en donde podéis acercaros a su obra.
Como veis, en la portada del libro se utiliza el término relato para definir la forma en la que está escrito, aunque yo le añadiría el adjetivo poético para redondear una descripción que sin duda sería más acertada. Y es que estamos ante setenta y cinco pequeñas obras, de distinta extensión aunque siempre breves, capaces de condensar algo que muchas obras más extensas no logran: crítica, estilo y maestría se unen en unas pocas líneas que siempre inducen al lector a la reflexión. Si en un principio creéis que no se puede concentrar una crítica sagaz en menos de tres líneas, os animo a que leáis esta obra y os quedéis pasmados ante la facilidad del autor para hacerlo, utilizando además un modo sutil y personal.
Evidentemente al ser pequeños relatos no voy a aventurarme a destrozarlos mediante resúmenes, y simplemente os diré que todas y cada una de estas breves historias merecen una o dos lecturas, como poco.
Además, es un libro que se lee muy rápidamente, así que no hay excusas: podéis leerlo mientras viajáis en transporte público, en un ratito que tengáis libre o, como yo, antes de ir a dormir.
Por último, quería comentaros una anécdota que me ha pasado al sacar el libro de la estantería. Ha sido cogerlo y oler el aroma intenso a hojas y madera que tiene este libro y diluirse por completo mi vaguísima idea de comprarme un dispositivo electrónico para leer. Serán muy cómodos, muy prácticos y tendrán mil ventajas más, pero a ver cómo compensan esa maravillosa sensación de oler un libro al acercarse a él. En mi caso, me acerca a la infancia y a ese momento tan emocionante de comenzar una nueva aventura de El pequeño Nicolás o Los cinco. Sé que muchos me entenderéis. Nos leemos.
Quiero darle las gracias al autor del libro, Carlos Vitale, por mandarme un afectuoso correo agradeciéndome esta entrada.
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