jueves, 20 de marzo de 2014

La gente feliz lee y toma café

Hola de nuevo. Hoy os voy a hablar de un libro que está en boca de todos en estos momentos. Lo cierto es que La gente feliz lee y toma café llega precedido por muy buenas críticas, además de por un buen volumen de ventas. Así que en cuanto pude me hice con él, ya que además es un libro bastante breve que se puede compaginar con una ajetreada rutina. 

La protagonista, Diane, es una parisina casada y con una hija que ve cómo un accidente de tráfico acaba con su familia, quedándose sola y haciendo su vida añicos. Incapaz de mover ficha durante un par de años debido a su estado anímico, su mejor amigo y socio de su café literario, Félix, le sugerirá varios planes con el fin de que se recupere y vuelva a ser la que un día había sido. Sin embargo, la propia Diane emprenderá sola su nueva vida en un pequeño rincón de Irlanda, Mulranny, en donde todos serán muy amables con ella salvo su vecino, Edward. Pero la historia volverá a dar otro giro y esta relación finalmente irá a más, dando paso a un gran cambio en la actitud y la forma de pensar de Diane, que poco a poco se irá reponiendo de su desgracia. 

Antes de nada, os voy a explicar cómo leí la novela, porque luego será importante en mi opinión. Empecé a leer el libro este lunes mientras iba en el tren, y me enganchó tanto que cuando llegué a casa seguí leyendo todo lo que pude, hasta que mis obligaciones me hicieron abandonarlo. Leí unas sesenta páginas del tirón, y de haber tenido tiempo podría haberlo acabado en ese mismo momento. El martes no pude continuar, pero el miércoles leí lo que me faltaba para terminar la novela. 

¿Por qué os cuento todo este rollo? Por una sencilla razón: he comprobado que dejé de leer en el momento en el que el libro pasa de ser aceptable, con una historia sencilla pero bonita, a ser... mejor lo explico a continuación. 

Al principio, el libro me gustó mucho, ya que me pareció que estaba muy bien escrito, y además engancha muchísimo, puesto que el comienzo no puede ser más brutalmente trágico, lo que hace que queramos saber cómo Diane va a superar (¿la va a superar?) una situación tan dura. La parte en la que la protagonista decide poner tierra de por medio y mantenerse a flote por sí misma es muy interesante, y hasta me parece bastante realista y bien perfilada. Se nota que la autora, Agnès Martin-Lugand, es psicóloga y, por tanto, conoce muchos perfiles que la habrán ayudado a modelar a una protagonista que es, con mucho, y a pesar de todos sus defectos, lo mejor de la historia. De hecho, la historia en un principio hasta me recordó a La delicadeza, un libro que me conmovió muchísimo y me pareció muy recomendable. 

Me gusta también la idea del viaje físico de Diane, que, forzada por las circunstancias, hará también un viaje espiritual que romperá en gran medida con su pasado. Su incursión en un lugar muy diferente a París, habitado por gente también muy distinta a la que ella había frecuentado en su ciudad, es interesante e incluso provoca momentos bastante simpáticos, que encuentran la complicidad del lector. 

El primer cliché aparece con Edward, el hombre que aparentemente parece postularse como firme candidato a ocupar su corazón tras la muerte de Colin. Edward es un hombre huraño, introvertido y, sencillamente, desagradable hasta decir basta, y al que Diane, por supuesto, odiará por ser tan grosero. ¿De verdad alguien se acercaría por segunda y tercera vez a una persona que te cierra la puerta en tus narices y te contesta con malos modos cada dos por tres? Entiendo que el amor es complicado y que cada persona es un mundo, pero sinceramente, lo veo muy imporobable, y más en una persona que, como Diane, está pasando por un período muy sensible de su vida. Como la vida no la ha tratado lo suficientemente mal, se enamora (o lo que sea) de un hombre que no la trata, precisamente, con delicadeza. 

En cualquier caso, hasta ahí podría valer. Entiendo que el paso del personaje de Edward a osito de peluche tierno es fundamental para que la novela siga enganchando, y que sería muy fácil que Diane se enamorara de un hombre dulce y de trato fácil. Vale. Pero, de la mitad del libro hacia el final, la cosa se vuelve todavía más complicada, con la aparición de una tercera persona. No quería nombrar este episodio, pero la escena de la pelea de gatas me disgustó tanto que sentía que debía decirlo. Me voy a frenar y no voy a dar más detalles, pero hacía tiempo que no veía nada escrito con tan poco gusto y tan estereotipado. Para mí es, con diferencia, lo peor de la novela, y una de las cosas que peor sabor de boca me han dejado. 

Obviamente, tampoco os voy a desvelar el final. Diré que hay cosas que no me han gustado y otras que me han sorprendido gratamente, sobre todo porque (y eso sí debo reconocerlo) no es el típico final. Es un final también realista y, aunque un poco absurdo en cierta medida, no me ha disgustado demasiado. 

Supongo que a estas alturas muchos estaréis confundidos. ¿Recomiendo La gente feliz lee y toma café? Como siempre os digo, lo que recomiendo es ver las cosas (en este caso, leerlas) antes de hablar de ellas. Como novela, no me parece impresionante, y alguna parte me ha causado un profundo rechazo, pero tampoco es un libro pésimo; en caso de tener que ponerle nota, para mí no pasaría de un seis justito, y más por el principio tan bonito y que tanto me enganchó el lunes que por otra cosa. Eso sí, he leído opiniones de críticos y de algunas personas a las que les ha gustado mucho esta historia, aunque también he leído otras mucho más duras que la mía. Y eso es lo bonito de esto: que nadie tiene la verdad absoluta, porque, ¡qué cierta es esta frase!, sobre gustos no hay nada escrito. Nos leemos. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario