Hola a todos. Estoy orgullosa de estar dando este paso de contaros las causas por las cuales este blog lleva más de un mes paralizado, porque durante las dos últimas semanas he sopesado si dar o no explicaciones. Aunque esto pueda parecer una tontería, sabéis que me cuesta mucho hablar de mí y de mis sentimientos, pero creo que sería cobarde daros una excusa barata o escribir un nuevo post sin decir esta boca es mía.
Lo cierto es que este ha sido un verano agridulce. Por una parte, ha sido genial, porque he trabajado y he podido aprender mucho haciéndolo, además de dar el lógico paso hacia delante que supone enfrentarte en serio a algo para lo que te has estado preparando, pero siempre de manera teórica. Por la otra, he sufrido dos crisis graves. La primera os la conté en su día, cuando tuve que dejar de trabajar en la radio porque llegué al límite de mis fuerzas, con todas las consecuencias que eso me trajo para mi salud física y, sobre todo, emocional. Y la segunda ha sido, precisamente, la causante de este largo parón al que hoy pongo fin con estas palabras. Una vez más, he vuelto a caer en lo de siempre. ¿Qué es lo de siempre? La decepción, en este caso, decepciones. No quiero dar nombres, ni contar situaciones, porque de qué sirve hacerlo. Simplemente he sido víctima de lo que he hecho durante toda mi vida: dejarme llevar. Lo he dado todo por alguien que me la ha jugado, sí, y no me arrepiento. No me arrepiento porque he sido capaz de arriesgarme, de amar como nunca lo había hecho, de vivir algo que a pesar de todo, quedará para siempre en mí, como ejemplo de lo que pudo haber sido y no fue. Y sí, quiero ser valiente y decir que me siento utilizada, pero aún así no cambiaría ni una coma de lo que he hecho. PD: Si me lees, feliz cumpleaños y que te vaya bien en la vida.
El segundo caso ha sido un abandono, pero de otro tipo. Y no, tampoco me arrepiento de haber estado ahí siempre para alguien en quien yo confiaba al máximo, a quien yo quería como a alguien de mi familia más próxima. Pero entiendo que todos tenemos derecho a tomar decisiones, que has abierto las alas y ahora, sin angustias ni ansiedades, ya no me necesitas. También te deseo que te vaya bien, y que seas muy feliz siempre.
Por último, solo quiero dar las gracias a quienes habéis estado ahí en los últimos dos meses. Vosotros sabéis quienes sois, pero por una vez voy a dejarlo claro: Jonatan, Iván, Vero, Lydia, Inés, Ana. Gracias por dejarme daros la lata con mis penas. Os quiero.
Este post estará colgado durante unos días, y lo más probable es que luego desaparezca. Esta decisión se corresponde a mi deseo de tener un blog centrado en cine, literatura y demás, y no en mi vida personal, la cual siempre he intentado tener cercada solamente para mí. Si he escrito esto es simplemente para que tengáis la explicación que os merecéis por seguir ahí, incluso cuando he tardado tanto en dar la cara. Os pido perdón, e intentaré ser más fuerte la próxima vez.
Por último, deciros que he ido al cine a ver un par de películas, que muy probablemente protagonizarán las siguientes entradas de este blog que tanto me ha dado. Gracias a todos por tomaros la molestia de entrar a ver si había una nueva entrada publicada, significa mucho para mí que vosotros, que ni siquiera me conocéis, estéis ahí a las duras y a las maduras. Prometo que será recíproco. Un abrazo para todos.
Siento gran admiración, por tu fortaleza.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, no sé si soy tan fuerte, pero de momento lo estoy intentando. Muchísimas gracias por tu comentario, me estáis dando muchos ánimos.
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