domingo, 2 de marzo de 2014

Dallas Buyers Club

Como sabéis, esta noche es la gala de los Oscars, así que los que me sigáis en Twitter ya me aguantaréis esta noche comentando todo lo que pase, si el sueño no me vence, que espero que no, porque para un año que no tengo clase al día siguiente... Ya os hablé hace muy poco sobre una de las grandes favoritas, 12 años de esclavitud, que como os dije me decepcionó un poco; sin embargo, Dallas Buyers Club no lo ha hecho en absoluto. 

Había leído unas cuantas críticas positivas hacia esta película, tanto por parte de la crítica especializada como de espectadores, así que me pudo la curiosidad: ¿podía hacer Matthew McConaughey un papel tan impresionante como decían? Y es que yo, como la mayoría, tenía muchos prejuicios hacia este actor, al que había visto en películas tan poco edificantes como Cómo perder a un chico en 10 días y en alguna comedia romántica más de la que no recuerdo ni el título, porque desde luego es un género que me da bastante alergia en general, salvo honrosas excepciones como 500 días juntos o El lado bueno de las cosas. Por si esta fuera poca motivación, también tenía ganas de ver a Jared Leto en un papel que le ha dado tantas satisfacciones, ya que además lo conozco mucho más por su faceta de cantante que por la de actor. Así que ayer no me lo pensé y, aunque era bastante tarde, empecé a ver Dallas Buyers Club. Mi plan era verla hasta la mitad y luego seguir viéndola hoy, ya que quería estar despejada para aguantar toda la noche de hoy viendo los Oscars, pero me enganchó tanto que tuve que verla de un tirón, que por otra parte, es como siempre hay que ver las películas, en mi opinión. 

Como ya he dicho, Dallas Buyers Club está protagonizada por Matthew McConaughey, Jared Leto y la dulce Jennifer Garner, bajo las órdenes de Jean-Marc Vallée, y comparte algo más que nominaciones con 12 años de esclavitud, ya que ambas están basadas en hechos reales. 

La película cuenta la vida de Ron Woodroof, un rudo cowboy homófobo y mujeriego que un día de 1986 recibe la noticia de que tiene sida, algo que él no acepta al pensar que es una enfermedad propia de homosexuales, y le dicen también que le quedan tan solo 30 días de vida. Al vivir en un ambiente de ideas tan conservadoras verá cómo sus hasta entonces amigos lo dejarán de lado, e incluso, cómo se dirigen hacia él con insultos que él mismo había pronunciado tiempo atrás. Al estar el sida en sus comienzos, se sentirá como un conejillo de Indias en manos de los médicos y las farmacéuticas, más preocupados en hacer negocio que en mejorar verdaderamente la salud de sus pacientes, a excepción de la doctora Eve Saks, que observará preocupada los efectos del AZT, el único medicamento aprobado hasta entonces para tratar el sida. Ron verá cómo la enfermedad le abrirá la mente y le permitirá relacionarse con otros afectados, en su mayoría homosexuales, entablando una relación amistosa y de negocios con Rayon, un transexual sin tanta fuerza de voluntad como Ron; juntos, montarán una empresa al margen de las farmacéuticas tradicionales, lo que les acarreará múltiples problemas con las autoridades, pero también una mejor calidad de vida no solo para ellos, sino también para sus clientes, que finalmente se mostrarán muy agradecidos con su función, practicada al límite de la ley.

Después de ver la película, me dormí en medio de muchas sensaciones. La primera, que acababa de ver una gran historia, dura y conmovedora, pero sin caer en el sentimentalismo ni en la lágrima fácil; estamos ante una tragedia personal y colectiva, y sin embargo, no se utilizan recursos facilones para empatizar con el espectador, pero sí se logra empatizar. ¿Cómo? A base de narrar muy bien la historia y la evolución de su protagonista, pero también gracias a dramas como el de Rayon, que conmueve incluso hasta la lágrima por la dureza de su problema y por lo tierno del personaje, que es para mí el alma de la historia.

Lo segundo que me impresionó fue lo bien que se reflejan en la película los primeros momentos del sida, en los que nadie sabía muy bien qué era esta enfermedad. Los prejuicios del protagonista hacia estos enfermos se desvanecen cuando descubre que él, un mujeriego empedernido, también ha sido contagiado por una enfermedad que hasta entonces consideraba, en sus propias palabras, "de maricones". La sociedad en general, al desconocerse en gran medida los motivos que causaban el contagio, se llenó de clichés que, como se muestra en la cinta, no eran del todo reales. También se refleja muy bien en la historia el desconcierto de los médicos, que no sabían muy bien a qué se enfrentaban, y la división entre los profesionales que realmente intentaban desempeñar su trabajo y se preocupaban por sus pacientes y aquellos que preferían buscar la forma de enriquecerse a costa de la enfermedad.

La película es, sin duda, una buena película, sin discusión. Sin embargo, lo mejor de la película, lo que la hace tan especial y tan impactante, son las grandes interpretaciones de sus protagonistas, Matthew McConaughey y Jared Leto, y también la de una estupenda Jennifer Garner, tristemente ignorada por los premios más prestigiosos. Pero lo cierto es que McConaughey y Leto están ambos de sobresaliente, con unas actuaciones muy por encima de lo esperado, que pueden ser premiadas con un Oscar para cada uno esta misma noche, aunque el primero quizá lo tenga más difícil por la fuerte competencia que hay este año y porque la Academia le debe al menos un Oscar a Leonardo DiCaprio y este podría ser, al fin, su año. Sin embargo, estoy segura de que a los dos actores principales estos papeles les servirán de revulsivo en su carrera, y desde luego, McConaughey se ha quitado el estigma de chico guapo que protagoniza solo comedias románticas de medio pelo; a mí, desde luego, me ha ganado con este papel cargado de contradicciones y dudas.

Si os ha gustado  la temática de esta película, o si como yo no habéis vivido esa época en la que el sida era considerado poco menos que una especie de peste que se contagiaba con solo respirar el mismo aire que un enfermo o con un simple roce de piel, os recomiendo también la película (y su adaptación literaria) Philadelphia, que muestra cómo una prometedora carrera de abogado queda truncada no tanto por el sida como por los prejuicios sociales que había contra esta enfermedad en sus primeros años.

Supongo que los premios no lo reflejarán así, pero a mí me ha gustado mucho más esta película que 12 años de esclavitud, que me pareció mucho más llena de altibajos que esta. Que paséis buena noche todos, y muy especialmente quienes vayáis a ver los Oscars. Yo estaré por Twitter comentando hasta que el cuerpo aguante. Besitos para todos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario