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viernes, 14 de marzo de 2014

El lobo de Wall Street

Hola a todos. Hoy os traigo un nuevo comentario sobre una película que partía como una de las favoritas en los Oscars de este año, aunque finalmente no ha tenido fortuna y se ha ido a casa con las manos vacías, especialmente su actor protagonista, Leonardo DiCaprio, que es ya uno de los eternos perdedores en la historia de estos premios. 

Os estoy hablando, como ya sabréis, de El lobo de Wall Street. Después de haber leído comentarios de todo tipo sobre la película, una noche de insomnio me puse a verla, aunque es algo que desde aquí os recomiendo no hacer. Y es que esta película dura unas tres horas nada menos, así que si empezáis a verla tarde os arriesgáis a dormir pocas horas; por mi parte, os puedo decir que no me arrepentí de haber perdido unas horas de sueño, ya que la película me ha gustado mucho. 

Reconozco que, cuando vi que me encontraba ante tres horas de película, pensé que me quedaría dormida, ya que como os he dicho era muy tarde cuando decidí verla, y creí que el posible aburrimiento me haría caer en los brazos de Morfeo. Nada más lejos de la realidad: la película es tan enérgica que no te deja apenas parpadear, porque te perderías cosas al hacerlo. Como ya os he dicho alguna vez, especialmente en los casos de La vida de Adèle y 12 años de esclavitud (por opuestos), la duración de la película a veces es engañosa, y pensamos que por ser más larga o más breve va a ser más pesada o, al contrario, más llevadera.  

El lobo de Wall Street está dirigida por Martin Scorsese y protagonizada por un impresionante Leonardo DiCaprio; curiosamente, también aparece en la película Matthew McConaughey, quien finalmente se llevaría el Oscar por su papel en Dallas Buyers Club, lo que llevó a numerosas chanzas durante la entrega de premios en las redes sociales. No he encontrado el gif exacto que os quería enseñar, pero era la escena que os dejo debajo con una frase en la que se preguntaba quién ganaría el Oscar a mejor actor protagonista esa noche. 

La película, basada en un hecho real (parece que este ha sido el año de las películas basadas en hechos reales), cuenta la historia de Jordan Belfort, un joven y ambicioso corredor de bolsa que deja de ser un inocentón para convertirse en un tiburón de las finanzas, aunque eso suponga hacer cosas que están al margen de la ley. Su vida dejará de ser normal para convertirse en una espiral de desenfreno que le hará entrar en el mundo de las adicciones: a diversas drogas, al sexo... pero, por encima de todo, al dinero. 

Creo sinceramente que, en estos tiempos que corren, todos deberíamos ver esta película. Y es que ver cómo se juega con el dinero de la gente y, con la gente en general, da bastante vértigo. Esa visión del dinero como algo ficticio, entre otros factores, nos ha hecho estar hoy donde estamos: en una de las crisis económicas más graves y largas de la Historia reciente. Quizás vaya siendo hora de aprender, aunque sea a base de palos. Y es que tanto Belfort como los amigos, bastante estúpidos en su mayoría, que le acompañan en su empresa son capaces de vender hasta un mísero bolígrafo al dueño de Bic. Aunque sus clientes crean que están forrados, lo único que tienen es aire, algo que tristemente, y como todos sabemos, no ha pasado solo en Wall Street. 

Si es impactante darse de bruces con esta realidad, no lo es menos ver el ritmo de vida que llevaba este hombre: coches lujosos, la casa más cara del lugar más privilegiado del planeta, drogas carísimas, etc. Por si fuera poco, también son muy llamativas las impresionantes fiestas que organiza en las mismas oficinas donde se encuentra su empresa, con prostitutas a tutiplén y champagne de la mejor calidad; aunque he de decir que para mí, las mejores escenas de fiesta se dan en un avión, aunque no puedo decir más porque si no os desvelaré una parte muy interesante de la historia.

En mi opinión, lo mejor de la película son dos cosas. La primera, y obvia, es la estupenda interpretación de DiCaprio. No voy a entrar en la discusión de si el Oscar se lo merecía más él o McConaughey porque eso entra dentro del gusto personal y, sinceramente, cada uno tiene el suyo y es de tontos ponerse a discutir. Es evidente que el papel de McConaughey es dramático y eso tiene más tirón, mientras que el de DiCaprio es una mezcla indefinible que quizás no es tan del gusto de los académicos; sin embargo, nadie puede decir que Jordan Belfort no está increíblemente bien interpretado, lleno de matices y giros. Es impresionante ver cómo Leonardo DiCaprio consigue hacer una transición tan natural del chico ingenuo del principio, al lobo del medio de la historia y al lobo (digamos, herido) del final. Lo segundo que más me gusta es, sin duda, el ritmo de la película, y es que ahí se nota la experiencia de Scorsese, quien, con el ritmo frenético de la cinta, nos hace introducirnos en el mismo ritmo frenético que viven Belfort y sus compañeros a cada minuto de sus vidas. Es por esto, y por lo interesante de la historia que se nos cuenta, que la película se hace corta y nada pesada; son tres horas de película, sí, pero quién lo diría. 

Como os acabo de decir, la película me ha dejado muy impactada. Me parece increíble que este sea el mundo en el que hemos vivido tantos años, y en el que seguimos viviendo, pese a todo lo acontecido últimamente. Esas imágenes (no os digo de qué parte de la película, para que no queráis matarme) en las que Belfort aparece convertido en una especie de predicador no presagian nada bueno. Lo mejor: darnos cuenta de que estas cosas ocurren. Lo peor: ¿Estamos a tiempo de corregirlo? ¿Podemos hacer algo para evitar que más "Belforts" se forren a costa de todos? Pensad. Nos leemos. 





lunes, 10 de marzo de 2014

El experimento

¿Cómo estáis? Hoy os voy a hablar de una de las últimas películas que he visto, aunque primero quería deciros dos cosas. La primera, daros las gracias por la impresionante acogida que han tenido las entradas anteriores, especialmente aquella en la que hablaba de la ya famosa Operación Palace. Lo cierto es que esta entrada surgió de la necesidad de expresar una opinión más larga de lo que me estaba permitido dar en otros lugares, como los foros de los principales medios de comunicación; además, tenía muchas ganas de poder argumentar mi parecer y mis impresiones tras haber visto el falso documental. A pesar de todo, nunca pensé que ese post tan impulsivo llegaría tan lejos, aunque como digo siempre las entradas menos trabajadas son las que suelen tener más éxito, y de nuevo se ha cumplido, posicionándose por cierto entre las cinco entradas más vistas desde que comencé a escribir en este blog, hace ya unos añitos. Lo segundo que os quería contar es que, como también he dicho alguna vez, suelo tener el material sobre el que voy a hablar adelantado, es decir, cuando escribo sobre algo ya tengo en mi mente de qué voy a hablar la próxima vez que lo haga. En esta ocasión, el imprevisto post movió dos entradas que tenía planeadas pero no escritas, así que hoy os traigo la primera de ellas, sobre una cinta que vi hace ya unas tres semanas, aunque la recuerdo perfectamente porque me pareció una historia realmente chocante. 

El experimento es una película alemana estrenada en 2001, dirigida por Oliver Hirschbiegel y protagonizada por Moritz Bleibtreu, aunque en cuanto empiece a contar el argumento de la cinta os daréis cuenta de que en realidad se trata de una película muy coral, a pesar de que no he escrito más nombres porque son un poco complicadillos (tenéis que perdonarme, pero no tengo ni papa de alemán) y creo que no aportan mucha información, porque al menos a mí ni me suenan. 

La película se basa en un hecho real, el experimento de la cárcel de Stanford, del que podéis conocer todos los detalles en este enlace. Básicamente, se podría resumir en que un grupo de hombres se presentaron a un trabajo que se anunciaba en un periódico local; después de unas pruebas físicas, salieron elegidos un grupo más reducido, que a su vez se dividiría en dos (carceleros y presos) para realizar un experimento en el que se pretendía saber qué ocurriría si a unos se les asignaba un papel de poder y a otros un papel de sumisión.

Lógicamente, la cinta está adaptada y ficcionada, y aunque muchos detalles son reales otros no lo son. Sin embargo, algunos de los más impactantes sí lo son, como los sistemas de humillación al grupo de presos, entre los que se incluyen los siguientes: sus uniformes, una especie de vestidos que debían llevar sin ropa interior debajo; las cadenas atadas a sus pies, que les harían recordar en cada momento que estaban presos y que no podían escapar; el rapado de los cabellos de los reclusos nada más entrar en prisión y la prohibición de utilizar sus verdaderos nombres en lugar de los números de identificación que les habían asignado en la cárcel. También el papel que debían adoptar los carceleros fue muy estimulado por quienes habían decidido realizar el experimento, ya que se les fueron dando instrumentos de poder que les hicieron autoconvencerse de que su poder sobre los presos era real, a pesar de haber sido todos, presos y carceleros, iguales en un inicio. 

Todo esto llevará, tanto en la realidad como en la ficción, a un enfrentamiento cada vez más subido de tono entre unos y otros; no tardarían, por tanto, en llegar los castigos a quienes se rebelaban contra quienes les privaban de libertad. Al segundo día del experimento, y teniendo en cuenta que este debería durar alrededor de dos semanas, ya se produjo un altercado que fue fuertemente reprimido por los carceleros. No os puedo contar más porque os destriparía toda la película, pero quería reflejar al menos esto para que penséis sobre lo que se nos está mostrando con esta historia, que se podría resumir en que cuando a una persona cualquiera le das algún instrumento de poder, corres el riesgo de que deje de ser uno más y se convierta en un tirano; por la misma regla de tres, aquellos que se encuentren bajo ese poder tienen muchas opciones de convertirse en seres sumisos y llenos de temor. 

Como os podréis imaginar, la película es bastante dura, porque las humillaciones son constantes, y las sorpresas que depara el comportamiento de ambos grupos, especialmente del de los carceleros, también. Vi esta película como parte de uno de los seminarios que forman el posgrado que estoy estudiando actualmente y las reacciones de mis compañeros eran, al igual que la mía, de asombro ante lo que veían; supongo que es difícil asumir que todos podríamos llegar a uno y otro extremo. Y es que siempre queremos pensar que nunca haríamos algo así, pero cuando la película termina no puedes evitar pensar en cómo habrías actuado tú estando a un lado y a otro de la celda. 

Cuando una película provoca tantos sentimientos encontrados y tantos debates, es que algo se ha hecho bien. Me encanta el cine de evasión, pero también creo que el cine, como la literatura, el teatro y el arte en general, debería también utilizarse para cuestionarnos a nosotros mismos y para conocernos mejor. Si encima refleja una situación real (aunque en este caso, con final modificado), se dan todos los ingredientes para que se convierta en una historia que nos debería interesar a todos. Probablemente no disfrutéis en muchas de las duras escenas de la película, pero estoy segura de que la historia en general, y las ganas de saber hasta qué punto lo plasmado por la película fue real o no, os compensará esos momentos. 

Espero que os haya gustado la entrada y también que si veis la película, o si ya la habéis visto, reflexionéis sobre ella, y, si queréis, comentéis vuestras impresiones aquí debajo. Espero poder actualizar en breve, como os dije anteriormente tengo algunas entradas pendientes y sigo acumulando más y más. Un saludo para todos. Nos leemos. 


domingo, 2 de marzo de 2014

Dallas Buyers Club

Como sabéis, esta noche es la gala de los Oscars, así que los que me sigáis en Twitter ya me aguantaréis esta noche comentando todo lo que pase, si el sueño no me vence, que espero que no, porque para un año que no tengo clase al día siguiente... Ya os hablé hace muy poco sobre una de las grandes favoritas, 12 años de esclavitud, que como os dije me decepcionó un poco; sin embargo, Dallas Buyers Club no lo ha hecho en absoluto. 

Había leído unas cuantas críticas positivas hacia esta película, tanto por parte de la crítica especializada como de espectadores, así que me pudo la curiosidad: ¿podía hacer Matthew McConaughey un papel tan impresionante como decían? Y es que yo, como la mayoría, tenía muchos prejuicios hacia este actor, al que había visto en películas tan poco edificantes como Cómo perder a un chico en 10 días y en alguna comedia romántica más de la que no recuerdo ni el título, porque desde luego es un género que me da bastante alergia en general, salvo honrosas excepciones como 500 días juntos o El lado bueno de las cosas. Por si esta fuera poca motivación, también tenía ganas de ver a Jared Leto en un papel que le ha dado tantas satisfacciones, ya que además lo conozco mucho más por su faceta de cantante que por la de actor. Así que ayer no me lo pensé y, aunque era bastante tarde, empecé a ver Dallas Buyers Club. Mi plan era verla hasta la mitad y luego seguir viéndola hoy, ya que quería estar despejada para aguantar toda la noche de hoy viendo los Oscars, pero me enganchó tanto que tuve que verla de un tirón, que por otra parte, es como siempre hay que ver las películas, en mi opinión. 

Como ya he dicho, Dallas Buyers Club está protagonizada por Matthew McConaughey, Jared Leto y la dulce Jennifer Garner, bajo las órdenes de Jean-Marc Vallée, y comparte algo más que nominaciones con 12 años de esclavitud, ya que ambas están basadas en hechos reales. 

La película cuenta la vida de Ron Woodroof, un rudo cowboy homófobo y mujeriego que un día de 1986 recibe la noticia de que tiene sida, algo que él no acepta al pensar que es una enfermedad propia de homosexuales, y le dicen también que le quedan tan solo 30 días de vida. Al vivir en un ambiente de ideas tan conservadoras verá cómo sus hasta entonces amigos lo dejarán de lado, e incluso, cómo se dirigen hacia él con insultos que él mismo había pronunciado tiempo atrás. Al estar el sida en sus comienzos, se sentirá como un conejillo de Indias en manos de los médicos y las farmacéuticas, más preocupados en hacer negocio que en mejorar verdaderamente la salud de sus pacientes, a excepción de la doctora Eve Saks, que observará preocupada los efectos del AZT, el único medicamento aprobado hasta entonces para tratar el sida. Ron verá cómo la enfermedad le abrirá la mente y le permitirá relacionarse con otros afectados, en su mayoría homosexuales, entablando una relación amistosa y de negocios con Rayon, un transexual sin tanta fuerza de voluntad como Ron; juntos, montarán una empresa al margen de las farmacéuticas tradicionales, lo que les acarreará múltiples problemas con las autoridades, pero también una mejor calidad de vida no solo para ellos, sino también para sus clientes, que finalmente se mostrarán muy agradecidos con su función, practicada al límite de la ley.

Después de ver la película, me dormí en medio de muchas sensaciones. La primera, que acababa de ver una gran historia, dura y conmovedora, pero sin caer en el sentimentalismo ni en la lágrima fácil; estamos ante una tragedia personal y colectiva, y sin embargo, no se utilizan recursos facilones para empatizar con el espectador, pero sí se logra empatizar. ¿Cómo? A base de narrar muy bien la historia y la evolución de su protagonista, pero también gracias a dramas como el de Rayon, que conmueve incluso hasta la lágrima por la dureza de su problema y por lo tierno del personaje, que es para mí el alma de la historia.

Lo segundo que me impresionó fue lo bien que se reflejan en la película los primeros momentos del sida, en los que nadie sabía muy bien qué era esta enfermedad. Los prejuicios del protagonista hacia estos enfermos se desvanecen cuando descubre que él, un mujeriego empedernido, también ha sido contagiado por una enfermedad que hasta entonces consideraba, en sus propias palabras, "de maricones". La sociedad en general, al desconocerse en gran medida los motivos que causaban el contagio, se llenó de clichés que, como se muestra en la cinta, no eran del todo reales. También se refleja muy bien en la historia el desconcierto de los médicos, que no sabían muy bien a qué se enfrentaban, y la división entre los profesionales que realmente intentaban desempeñar su trabajo y se preocupaban por sus pacientes y aquellos que preferían buscar la forma de enriquecerse a costa de la enfermedad.

La película es, sin duda, una buena película, sin discusión. Sin embargo, lo mejor de la película, lo que la hace tan especial y tan impactante, son las grandes interpretaciones de sus protagonistas, Matthew McConaughey y Jared Leto, y también la de una estupenda Jennifer Garner, tristemente ignorada por los premios más prestigiosos. Pero lo cierto es que McConaughey y Leto están ambos de sobresaliente, con unas actuaciones muy por encima de lo esperado, que pueden ser premiadas con un Oscar para cada uno esta misma noche, aunque el primero quizá lo tenga más difícil por la fuerte competencia que hay este año y porque la Academia le debe al menos un Oscar a Leonardo DiCaprio y este podría ser, al fin, su año. Sin embargo, estoy segura de que a los dos actores principales estos papeles les servirán de revulsivo en su carrera, y desde luego, McConaughey se ha quitado el estigma de chico guapo que protagoniza solo comedias románticas de medio pelo; a mí, desde luego, me ha ganado con este papel cargado de contradicciones y dudas.

Si os ha gustado  la temática de esta película, o si como yo no habéis vivido esa época en la que el sida era considerado poco menos que una especie de peste que se contagiaba con solo respirar el mismo aire que un enfermo o con un simple roce de piel, os recomiendo también la película (y su adaptación literaria) Philadelphia, que muestra cómo una prometedora carrera de abogado queda truncada no tanto por el sida como por los prejuicios sociales que había contra esta enfermedad en sus primeros años.

Supongo que los premios no lo reflejarán así, pero a mí me ha gustado mucho más esta película que 12 años de esclavitud, que me pareció mucho más llena de altibajos que esta. Que paséis buena noche todos, y muy especialmente quienes vayáis a ver los Oscars. Yo estaré por Twitter comentando hasta que el cuerpo aguante. Besitos para todos.


lunes, 10 de febrero de 2014

12 años de esclavitud

Hola a todos. Antes de empezar con la entrada de hoy, quería comentaros un par de cosas. La primera, que como veis estoy tardando un poquito en actualizar, en comparación con el ritmo que llevaba en enero y quizás en los últimos meses. Intento escribir cuando puedo, pero entre las clases, pasar apuntes, tomar un poco el aire y descansar unas horitas se me está haciendo un poco cuesta arriba ponerme a escribir una entrada del tirón. Es una pena, porque, y esta es la segunda cosa que os quería decir, he notado que últimamente os estáis animando mucho a dejar vuestros comentarios en un montón de entradas. ¡Me encanta que os estéis animando a escribir! Para mí los comentarios son muy importantes, porque me ayudan a ver qué es lo que más os interesa, qué inquietudes os han provocado las obras de las que hablo y qué gustos tenéis en general. Espero que al bajar un poco la frecuencia de publicación no os desaniméis y sigamos con esta buena racha. Yo intentaré ser disciplinada e ir compaginando todo como hasta ahora, tirando de momentos de ocio y horas de sueño. 

De momento hoy os voy a hablar de una de las películas que parten como favoritas en la próxima edición de los Oscar, y que no es otra que 12 años de esclavitud. Estoy segura de que habréis oído hablar de ella, porque la crítica la ha ensalzado hasta la saciedad, incluso críticos que no suelen ser demasiado magnánimos. Así que, aprovechando la promoción "Miércoles de cine" (ya sabéis, entradas a 3,90), decidí  ir a ver el que prometía ser poco menos que el peliculón de la década. 

12 años de esclavitud está dirigida por Steve McQueen y protagonizada por Chiwetel Ejiofor, Michael Fassbender y Lupita Nyong'o. Lo primero de lo que se nos informa en cuanto comienza la película es que esta está basada en un hecho real, algo que confieso me suele dar escalofríos, porque es una frase que me recuerda a esas películas de sobremesa de Antena 3 sobre niñas violadas, jóvenes que desaparecen sin dejar rastro tras haber sido asesinadas por algún profesor/vecino/familiar obsesionado con la chica en cuestión o quinceañeras acosadas por su cibernovio de 50 años. Obviamente, esta película no sigue esta tónica, y cuenta una historia terrible desde la calidad y no desde la mediocridad más absoluta.

Solomon Northup es un músico negro y hombre libre que es engañado para, tras haber sido drogado, ser vendido como esclavo. En los doce años que pasa bajo su nueva condición pasará por distintas fases anímicas y diferentes lugares de trabajo, siendo el último de todos el peor, por la dureza de su nuevo amo, un propietario de una enorme plantación de algodón en la que todos sus trabajadores se dejarán literalmente la piel. Como indica el título de la película, basada en la autobiografía homónima, esos años finalizan con la libertad del esclavo, que regresa con su familia, aunque luego descubrimos que el final no será precisamente feliz.

Obviamente estamos ante una buena película, que nos narra una historia triste y desgarradora, pero también muy esperanzadora, que nos enseña que de todo se puede salir, incluso cuando parece que no hay posibilidades. Las interpretaciones son estupendas, destacando sobre todo las de los tres protagonistas; el guión está muy cuidado y la música de Hans Zimmer es, como siempre, maravillosa. Sin embargo, no os voy a ocultar que la película me ha decepcionado en algunos aspectos. Y es que volvemos al mismo tema de siempre: cuando las expectativas son demasiado grandes, la decepción puede darse fácilmente. En este caso, han sido varios los puntos en los que esto ha ocurrido.

Después de venir del cine, y ante mi propia reacción y la de mucha gente que allí estaba, decidí buscar críticas de la película, y para mi sorpresa comprobé que había grandes diferencias entre las críticas hechas por críticos profesionales y las críticas realizadas por aficionados al cine que habían ido a ver la película. Los primeros se deshacían en halagos hacia la cinta, y muy pocos tenían algo negativo que decir acerca de ella;  los segundos, sin embargo, coincidían sobre todo en un adjetivo con el que se referían a la película: sobrevalorada. Y no os miento si os digo que en ese momento me quedé más tranquila, porque pensé que algo se me escapaba de la película o que soy demasiado exigente, porque no veía tampoco que esta fuera la obra maestra de la que muchos han hablado.

Ojo: ya he dicho que 12 años de esclavitud es una buena película. Lo es, pero como lo son otras muchas a las que no se les ha dado tanto bombo como a esta, tanto a nivel de críticas en prensa como de premios. En mi opinión, la película es demasiado lenta, y os aseguro que sus 133 minutos se me hicieron muchísimo más largos que los 180 de La vida de Adéle; de hecho, hacia la mitad de la película me entró una modorra que, de no haberlo impedido la vergüenza que sentía por estar en una sala de cine abarrotada, podría haber logrado dejarme dormida sin importarme demasiado el desenlace de la historia. La pesadez de la película no proviene de la historia, que es interesante y va evolucionando a medida que pasan los años para Solomon, sino más bien de unos planos tan estéticos como innecesarios que el director Steve McQueen va metiendo en distintos momentos de la cinta. Para mi gusto, se añaden de esta manera minutos de un modo completamente absurdo, que luego se notan en el resultado final, ya que ralentizan la acción que toda película debe tener para mantener al espectador en tensión. Creo que los bostezos de algunos espectadores que estaban a mi alrededor y sus caras de sueño lo decían todo: falta ritmo y sobran planos.

Ahora bien, en lo que no puedo estar de acuerdo es en decir, como he leído también, que esta es una película demasiado dura. Es lógico que si vamos a ver una película que trata la esclavitud esperemos ver escenas duras, porque para eso la esclavitud es una de las mayores vergüenzas en la historia de la Humanidad. Hacer una película blandita habría desvirtuado completamente la historia real en la que se basa la cinta, y además creo que mostrar la dureza de esta lacra viene muy bien para que nadie tenga tentaciones de decir que cualquier tiempo pasado fue mejor: no hay nada mejor para refrescar la memoria que volver a enfrentarnos con los demonios del pasado.

En definitiva, estamos ante una buena película, que es recomendable ver por lo que representa y por las magníficas interpretaciones con las que cuenta, pero que no es ni mucho menos perfecta. Así que ya sabéis, si vais a verla es preferible que lo hagáis sin esperar ver una obra maestra, porque seguro que así la disfrutaréis más y no os sentiréis decepcionados. Un saludo a todos, y, como siempre os digo, nos leemos.