martes, 14 de agosto de 2012

Llueve

Estoy nostálgica hoy, y aunque podría hacer una entrada sobre la gala de clausura de los JJOO (sería incendiaria, porque madre mía), no lo voy a hacer. No me apetece.

En la calle llueve intensamente. Ello y mi nostalgia me han llevado a una de esas zonas del cerebro o el corazón, quién sabe, en la que guardamos los recuerdos que a menudo creemos que ya se olvidaron. Pero siguen ahí, esperando aflorar en cualquier momento, al tocarse cualquier tecla. Y entonces, recuerdas. Y llueve. Y en mí, también. 



Todos hemos sentido esa sensación; de frío interior, de pesadez, de necesidad de cambio. En mi caso, se reafirma al ver caer la lluvia tras el cristal, sintiéndome helada a pesar de estar tapada con una manta y llevar unos gruesos calcetines, a 13 (ya 14) de agosto, nada menos. 

Como todo, será una sensación pasajera, y pronto quedará aliviada. Pero mientras, aunque salga el sol y agosto renazca, seguirá lloviendo en mí. Por cuánto, no se sabe. Queda esperar.

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